Manuel de los Santos
José
Luis Barceló es periodista, divulgador y escritor. Actualmente es director de
ElMundoFinanciero.com y ha sido fundador de medios de comunicación de éxito
como ElSemanalDigital.com o RadioYa.es. Es un conferenciante controvertido y
provocador, y ha sido miembro muy activo del Tercer Sector. En 1978 fue Premio
Príncipe de Asturias para jóvenes investigadores por un trabajo sobre especies
protegidas. Recientemente ha publicado “Cambio Climático sin complejos”,
publicado por Editorial Sekotia, en el que cuestiona algunos de los dogmas de
los momentos actuales. ¿Existe realmente el cambio climático? Barceló no lo
niega, no ha escrito un libro negacionista, sino, como él mismo dice,
“revisionista” acerca de los cambios que sufre el Planeta.
¿Qué es lo que ha motivado este ensayo reflexivo?
Hoy
nadie duda de que el cambio climático exista, es un estado de ánimo o de
opinión generalizado y apoyado por los medios de comunicación, los políticos y
las empresas. Mi punto de partida era ponerle reflexión al cambio climático,
desposeerlo de la parte ideológica o política que tiene e intentar razonar
acerca de lo que realmente hay de cambio climático sin pasiones o, como decimos
en el título, “sin complejos”. El libro se ha convertido en realidad en una
especie de manual de combate contra las doctrinas imperantes acerca del cambio
climático, que en el libro no negamos, sino que lo que hacemos es poner todos
los datos juntos encima de la mesa y ordenarlos, descriminalizando la
responsabilidad que el Ser Humano pueda tener. Con este libro intentamos
provocar la duda y la discusión, madres de la Ciencia, para que cunda el
razonamiento.
¿Qué postulados de esos que desde siempre ha mantenido
el ecologismo pone en duda?; ¿por qué?
Yo
me siento ecologista y he practicado incluso el ecologismo político. Pero creo
que algo tan serio como parar el progreso y el desarrollo humano en aras de una
supuesta protección medioambiental es un flaco favor al Ser Humano como
especie. La opción de limitar el crecimiento y desarrollo en un supuesto
beneficio del Medio Ambiente no debe ser una opción. Llevamos un año de “parón”
industrial por culpa del COVID-19: lo que no han conseguido los activistas del
ecologismo urbano de extrema izquierda ni Greta Thunberg, lo ha conseguido un
bichito muy pequeño. Ya no hay coches en las calles de las ciudades ni surcan
los aviones nuestros cielos. Sin embargo, nadie nos dice que este “parón”
industrial, que ha llevado a la ruina a medio planeta, haya servido para algo
desde el punto de vista del cambio climático. Nadie nos dice si van mejor las
emisiones de CO2, y hay más o menos deshielos, si los mares se recuperan… No
nos dan datos para saber lo que ocurre de verdad.
Debemos
tratar de evitar ser ecologistas “urbanos”. Los ecologistas hemos pecado de
“echar” hacia un lado al Humano, como si no fuera parte de la Naturaleza. Antes
de los Humanos hubo, que se sepa, cinco extinciones masivas, y ahora se culpa a
los humanos de provocar la sexta. El problema reside en nuestra visión
medioambientalista con un enfoque demasiado urbano. La concentración en grandes
urbes es un proceso creciente igual en todos los países del mundo, da igual que
sean ricos o pobres. Algunas de las mayores ciudades del mundo, como Calcula,
Estambul, México o El Cairo cuentan con 15 o 20 millones de habitantes. Las
ciudades son grandes absorbedoras de recursos, y emiten también muchos
residuos, concentrados en un solo punto del mapa, lo que nos genera distorsión
acerca de los problemas reales del medioambiente.
Ser ecologista es ser incómodo, inconformista,
controvertido y hasta si me lo permite, polémico, lo que coincide con el
espíritu inconformista de su libro. ¿Por qué somos tan diferentes los humanos
del resto de la Naturaleza?
Si,
ya le decía antes de mis tendencias provocativas. Vivir en la ciudad y ser
ecologista, es contradictorio. Tenemos que volver a poner al ser humano en el
centro de las cosas, no puede ser que suframos más por un perro o un geranio
que por una persona. Esto viene mucho de la cultura “Disney”, que “humanizó” a
los animales. En la ciudad estamos llenos de mentiras que circulan con
velocidad. Mientras la verdad todavía se está atando las zapatillas, la mentira
ha dado ya la vuelta al mundo varias veces. Recordemos la triste fotografía del
cormorán encharcado de petróleo durante la Guerra del Golfo: dio la vuelva al
planeta y todo el mundo se apenó. Sin embargo, no nos importaron los colegios y
hospitales destruidos, las familias rotas y los niños muertos en los ataques.
Con las redes sociales la velocidad de lo que nos interesa en nuestro refugio
doméstico se acrecienta, muy por encima de lo que verdaderamente debería
importarnos. Asistimos a un divorcio real entre la vida en el campo y la vida
en la ciudad que nos aleja de la visión tradicional.