Los principales ejes de la Reforma -centrados en la empleabilidad del trabajador (nuevos derechos de formación), la flexibilidad interna en las empresas (como modo alternativo de ajuste a la crisis) y la consecución de una estructura de negociación colectiva menos encorsetada- han hecho que la misma suponga un cambio cultural en la forma de entender las relaciones laborales para todos sus protagonistas (empresas, sindicatos y trabajadores). Además, es una aproximación a los modelos flexibles, modernos y descentralizados que se encuentran en Europa.
Cuando estas bases se asienten, debería cambiar la tendencia tan perversa en la que está inmerso el mercado laboral. Sin embargo, no es una tarea fácil. Los cambios requieren tiempo, pero se ha realizado un diagnóstico acertado de la situación, que ha permitido que la nueva regulación pusiera el foco en aquellas áreas donde era preciso encontrar nuevas fórmulas.
Por esto no me cabe duda de que poco a poco se verá la luz al final del túnel. Aunque se puedan ajustar algunos elementos de la Reforma, lo sustancial está hecho y bien hecho.