Tribuna: ¿Trabajas cerca de un psicópata organizacional?


José Miguel Sánchez
Psicólogo motivacional, experto en empresa y deporte. Profesor IE Business. Coach ejecutivo y autor de los libros “El viaje del líder”, “La experiencia de resetearse” y “Poderoso como un niño”.

www.jmiguelsanchez.com

En un estudio publicado en 2016 por el Psicólogo Forense australiano Nathan Brooks, concluyó que uno de cada cinco CEOs en compañías norteamericanas, compartían atributos similares a los que se observan en los psicópatas. Esta proporción, uno a cinco, es la misma que se da en la cárcel, es decir, uno de cada cinco presos tienen un perfil psicopático.

Entre estas características que encontraron en uno de cada cinco CEOs, destacan que son crueles, manipuladores, valientes, encantadores, fríos bajo presión, egocéntricos y despreocupados.

Este estudio que se hizo con empresas norteamericanas, puede ser extrapolado a Europa y, por supuesto, a España. En numerosas compañías todavía nos encontramos con este perfil, principalmente en puestos de mucha responsabilidad y con equipos a su cargo.

El psicópata organizacional, por definición, es una persona carente de empatía y que sólo ve el mundo desde sus necesidades y objetivos. La frase “el fin justifica los medios”, aplica perfectamente a este tipo de profesional con el que todavía convivimos en numerosas medianas y grandes organizaciones.

Para conseguir sus intereses, cualquier comportamiento justifica el fin que persiguen. Se puede hablar de ellos, casi siempre hombres, como machos alfa, que harían cualquier cosa para imponer su criterio al resto de la manada.

Muchos de los conflictos, en los que se ven involucradas estas personas en una compañía, no tratan de resolverlos con nuevos aprendizajes o con soluciones que favorezcan a ambas partes tras el conflicto. Más bien, acaban llevándolo a que tenga que ser tu idea o la mía, en vez de tu idea y la mía.

Estos conflictos están relacionados, en la mayoría de las ocasiones, con el ego. Esa defensa del yo, a veces a ultranza, que genera entornos irrespirables para la creatividad y el alto rendimiento. Desde un punto de vista antropológico, el ego siempre ha sido necesario para nuestra supervivencia. Los peligros de otras épocas eran reales y, quererme a mí mismo, en el amplio sentido de la palabra, incluía luchar para sobrevivir en un entorno hostil.

En estos momentos, en las organizaciones no se lucha por la vida, aunque para el psicópata organizacional la pérdida de estatus es lo más parecido a perder su propia vida. En realidad, su integridad no está en peligro, sin embargo, sí lo está la vida que ha construido a su alrededor; su poder, su apariencia, imagen, estatus, etc. Su ego ahora lucha por mantener todo eso y su cerebro pondrá en marcha todos los recursos y habilidades que estén a su alcance para no perder todo lo que ha conseguido a lo largo de los años. Esta lucha sin cuartel, hará que se comporte o que incluso tome decisiones para defender su “estilo de vida” que llevarán al sufrimiento a todas aquellas personas que él considere que pueden amenazarlo

Esta manera de actuar de estos perfiles está provocando, en las empresas, que las nuevas generaciones, millennials y generación Z tengan problemas para trabajar con este tipo de autoridad y con esta forma de resolver conflictos, por lo que suelen abandonar sus puestos de trabajo, con la pérdida de talento joven que eso supone para la compañía.

El ego exacerbado, hace que estas personas sigan tratando de resolver las situaciones problemáticas con la fuerza o el uso del poder, casi siempre psicológico. Generando, por tanto, entornos hostiles en las compañías donde la innovación, excelencia y el alto rendimiento brillan por su ausencia y, donde la salud mental de las personas que lo sufren acaba deteriorándose.

¿Qué podemos hacer entonces si estamos cerca de alguien así?

La primera opción, sin duda, es no estar con esa persona. Cambiar de departamento o unidad de negocio y, si esto no es posible, de empresa.

Si esta posibilidad no es factible, hay otras opciones que pueden hacer que la motivación en un entorno tan hostil se mantenga.

La segunda opción es aceptar que ese puesto tiene otra serie de cosas que son positivas para ti. Se trata de poner todo tu foco en aquello que sí te gusta del trabajo que llevas a cabo. Puede ser la relación con tus compañeros, con tus clientes o usuarios, lo que estás aprendiendo sobre ti o sobre la propia tarea, los retos asociados al puesto, tu responsabilidad, tu equipo de trabajo o, si me apuras, el sueldo que ganas. En cualquier caso, se trata de tener una visión más global del trabajo que realizas y de las personas con las que lo realizas para no centrarte tanto en la relación con el psicópata organizacional. Por supuesto, para que esta opción funcione, el balance debe ser positivo.

En tercer lugar, es importante tener vías de escape que te permitan desconectar después de la jornada laboral. Hacer deporte, compartir cosas con la familia o amigos, tener un hobby, etc., son actividades que te ayudarán a vivir desde un lado más positivo ese ambiente de trabajo asfixiante.

La cuarta opción tiene que ver directamente contigo. Mantener la seguridad y confianza en lo que haces, creer en ti mismo y en tus capacidades, independientemente del entorno en el que te encuentres. La motivación nace de dentro de cada uno de nosotros, por tanto, debes poner el foco en aquello que haces bien, en tus fortalezas, para poder aislarte mejor del ambiente que ha creado el psicópata organizacional.

En quinto lugar, puedes preguntarle qué espera de ti cada vez que te dé una directriz. De este modo, sabrás el objetivo que tienes que conseguir y, por tanto, reducirás la posibilidad de un conflicto con esa persona.

La sexta y última opción que puedo ofrecerte es que pases cada día el menor tiempo posible con ese individuo. Si esto no es factible, en cada interacción con él alimenta su ego y no lo confrontes. Este comportamiento suele funcionar y te generará menos momentos de ansiedad.

Finalmente, debes ser consciente de que convivir con una persona así en el entorno laboral tiene un coste muy elevado que, en algún momento, debes evaluar si te merece la pena pagarlo.

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