- Lo primero que tenemos que saber es que la necesidad de control es una necesidad básica en el ser humano. Perder esa sensación de control sobre lo que hacemos o sobre lo que nos pasa, nos puede llevar a momentos de ansiedad e incluso a estados depresivos. En definitiva, vemos el control como un mecanismo de supervivencia que nos es necesario. De hecho, tomaremos menos riesgos en nuestra vida si entendemos que tenemos poco control sobre lo que nos pasa.El primer problema aparece cuando esa necesidad de control ya no la tenemos nosotros, sino que ella es la que nos tiene. En ese momento, necesitamos controlar a otras personas, cosas o situaciones para reducir la ansiedad que nos produce la posibilidad de perder el control. Dicho de otro modo, cuando tienes dificultades para controlarte a ti mismo, tratas de controlar tu mundo exterior.
- Cuando la necesidad de control es más elevada, aparece el segundo problema. Se convierte en insoportable, agotadora y provoca rupturas en todo tipo de relaciones profesionales y/o personales, reduciendo, en cierto modo, la calidad de vida de la persona que lo sufre.
- El tercer problema que nos encontramos, lo definió el psicólogo motivacional David McClelland como el “estrés del poder”, es decir, la tendencia a enfadarse o frustrarse cuando los demás no se comportan como tú quieres que lo hagan. Estoy seguro de que en este momento ya te ha venido un nombre a la mente de una persona que encaja perfectamente en esta definición.
- El cuarto problema que nos encontramos cuando necesitamos demasiado el control es que tomamos peores decisiones. La razón es muy sencilla, tratamos de eliminar las opiniones que se alejan de la nuestra y, por tanto, sólo nos rodeamos de aquellos que nos siguen o que opinan parecido a nosotros. Esto nos lleva a obtener un abanico de soluciones más reducido y menos diverso.
- El quinto problema es que la necesidad de control nos hace menos felices. Se ha comprobado que cuando una persona tiene menos control del que desearía, su presión sanguínea se eleva y su estado de ánimo cambia a peor.
- En primer lugar, hemos de comenzar a abrazar la incertidumbre. Lo incierto nos acompañará siempre en nuestra vida, puesto que ninguno estamos seguro de qué pasará dentro de una hora o incluso dentro de 5 minutos. Por ello, aprendamos a vivir en el cambio y aunque tengamos planes, sepamos irlos adaptando o cambiando según las circunstancias pudieran requerirlo.
- Para conseguir lo anterior, es importante que ciertos aspectos de nuestra vida estén bien gestionados y, si puede ser, equilibrados. Me refiero, sobre todo, a la salud, las relaciones personales y la seguridad financiera. Todo lo que trabajemos en conseguir que estos 3 aspectos de nuestra vida estén bien, nos ayudará a necesitar menos controlar lo incierto que seguramente vendrá en el futuro.
- Gestionar el tiempo adecuadamente y no vivirlo desde la escasez continua también nos ayudará a necesitar menos el control. Si queremos llegar a todo y ese todo son más cosas de las que verdaderamente podemos hacer, viviremos continuamente con la sensación de que no llegamos a la mayoría de las cosas que queremos hacer y, esto, nos causará insatisfacción continua.
- Por tanto, lo mejor que podemos hacer para reducir la necesidad de control excesiva, es gestionarnos a nosotros mismos de forma más adecuada. Me refiero principalmente a conocernos mejor, hacernos responsables de lo que nos pasa, no culpar a otros como causantes de nuestra infelicidad y hacernos dueños de elegir aquello que nos beneficia y nos hace bien, como, por ejemplo, comer de manera saludable, hacer más ejercicio o dormir mejor.
En definitiva, para reducir la necesidad de control, hemos de aumentar la gestión de nosotros mismos.