Seamos positivos


José Miguel Sánchez


Psicólogo motivacional, experto en empresa y deporte. Profesor IE Business. Coach ejecutivo y autor de los libros “El viaje del líder”, “La experiencia de resetearse” y “Poderoso como un niño”.

www.jmiguelsanchez.com

¿Es importante trabajar con optimismo en momentos tan duros como el que vivimos? La verdad es que podrías pensar que realmente da lo mismo, sin embargo, diversos estudios demuestran que las personas optimistas viven la vida y gestionan las situaciones de dificultad desde lugares más beneficiosos para ellas que los pesimistas.
En un estudio longitudinal llevado a cabo en Estados Unidos desde 2008 a 2012 con casi 7.000 personas, se preguntaba a cada una de ellas si se veían como optimistas o como pesimistas, posteriormente se les extraía sangre para medir diferentes niveles que podrían aparecer como indicadores de potenciales enfermedades.
Los resultados fueron concluyentes. Tras el seguimiento de más de 4 años de sus niveles en diferentes factores relacionados con la salud, las personas optimistas tenían un 52% menos de riesgo de infección, un 39% menos de riesgo de ictus, un 38% menos de enfermedad cardíaca, un 16% menos de riesgo de enfermedad de tipo cancerígena y sus niveles de cortisol, la hormona del estrés, eran menores que los de las personas pesimistas.

El equipo de investigadores concluyó que, aunque el optimismo no cura, sí que da al cuerpo más recursos bioquímicos para enfrentar las enfermedades.
Si estos hallazgos los extrapolamos al momento actual donde la mayoría de las noticias siguen siendo negativas, es muy fácil caer en el pesimismo y en creer que será muy difícil que remontemos la situación. Si además escuchamos al Gobierno o a la oposición lanzando mensajes contradictorios a cada momento, los que nos deberían ayudar a ver posibilidades futuras, tampoco acaban mostrándolas.

En un país de contrastes, de diferentes raíces culturales, diverso y muy vital en casi todo lo que hacemos, lo normal sería que el optimismo predominara en la población. Sin embargo, parece que estamos viviendo un momento donde actuamos de forma diferente a cómo se podía esperar que lo hiciéramos. Nos guiamos más por la excesiva prudencia e incluso por el miedo al que pasará que por la confianza en que desplegaremos recursos para salir adelante. No creer en generar esos recursos, nos lleva a dejar de poner en marcha cosas que habitualmente hacíamos y que nos provocaban bienestar y, lo que es peor, caer en la resignación y la ansiedad puede llevarnos a buscar ayuda en ansiolíticos y antidepresivos, que no dejan de ser un parche que a la larga es mejor eliminar de tu vida.

Si las cosas te van mal porque no tienes trabajo o porque has tenido que cerrar tu empresa, por supuesto que te va a costar más sentirte positivo. Incluso en estos casos, tenemos dos opciones para elegir. La primera, es utilizar un lenguaje que me haga sentir como una víctima de la situación “¿por qué me pasa esto a mí?, ¿me merezco esto?..”, que incluso si fuera cierto, nos ancla en el pasado y no nos permite avanzar. La segunda, es ser protagonista de lo que te pasa, decidir que, independientemente de la situación que estés viviendo, lo importante es cómo afrontas tú ese momento vital.

Puedes cambiar el lenguaje y comenzar a hacerte preguntas que te lleven a un lugar distinto, como, por ejemplo, “¿qué puedo hacer diferente?, ¿qué me falta por probar?, ¿qué otras posibilidades hay? ¿Dónde puedo buscar ayuda? ¿Por dónde comienzo el nuevo camino?” En definitiva, colocarnos en un futuro de posibilidades, en vez de resignarnos a la tristeza del pasado que, posiblemente, ya no volverá.
Elegir una u otra opción nos llevará a diferentes lugares, donde las emociones que viviremos serán completamente distintas y, por supuesto, los resultados serán diametralmente opuestos. La primera opción, el lenguaje víctima, me llevará a que cualquier cosa que intente conlleve un esfuerzo elevado, casi un sacrificio porque el ancla del pasado está muy bien sujeta al fondo. Sin embargo, la segunda opción, el lenguaje protagonista, me hará libre para reflexionar, para elegir lo mejor para mí entre las múltiples posibilidades que sea capaz de encontrar.

Vivimos en un mundo de posibilidades, en el momento que soy consciente de ello, soy capaz de elegir las más adecuadas para mí si estoy con la actitud idónea. Para ello es clave relativizar, es decir, hay salida después de perder el empleo, cerrar tu empresa o sufrir un revés importante en la vida. Nuestra vida laboral y la personal van más allá de este momento que vivimos. Estos años pasarán y les seguirán otros que si los gestionas adecuadamente te llevarán a lugares muy diferentes al actual.

Mientras el ciclo se da la vuelta y aparecen nuevas oportunidades que se conviertan en futuros éxitos, prepárate para que cuando lleguen te encuentren en el mejor estado físico, intelectual, emocional y psicológico posible. Si crees que solo no puedes, busca ayuda en la familia, empresa, amigos y/o profesionales.
Trabajar desde el optimismo, ser conscientes de nuestros puntos fuertes y áreas de desarrollo para hacer palanca desde los primeros y mejorar los segundos, tener la suficiente capacidad para ser protagonistas y, tomar distancia para relativizar, son las claves que nos van a ayudar a elevar las posibilidades de vivir este momento de una manera más adecuada y si me permites, más saludable que si lo hacemos desde otro sitio.

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