Ignacio Babé, director general Club Excelencia en Gestión
La gestión de incertidumbres, como las derivadas de fenómenos como la DANA en Valencia, requiere una combinación de herramientas de gestión estratégica y operativa para fomentar la anticipación, flexibilidad y resiliencia, tres de las claves para una buena gestión empresarial.
Parece que nuestros “expertos en todo (todistas)” que aparecen en medios de comunicación y redes sociales, ya tienen todas las explicaciones de por qué paso, lo que pasó y todas las recetas que hay que aplicar para dejar todo resuelto para la siguiente ocasión en que se presente un evento de semejante envergadura.
Yo, con tremenda humildad, hago unas reflexiones, al margen de la política y sus responsabilidades, sobre cómo una organización bien gestionada hubiera actuado.
Lo primero que hay que decir es que los gestores empresariales, en general, usan mucho el sentido común ante situaciones de adversidad en las circunstancias que rodean la organización, sean cambios en las tendencias de los consumidores, adaptación a nuevas regulaciones o la irrupción de un enorme competidor internacional. En las organizaciones bien gestionadas hay buenos líderes que no se esconden ante los problemas, y que saben que cuanto más grande es el problema, antes hay que actuar y dar la cara para ser ejemplificadores con los empleados de la organización y que sigan confiando en su líder. Además, un buen líder empatiza rápidamente con las víctimas del problema, sean consumidores, distribuidores o empleados. Eso les da autenticidad y credibilidad en su afán por resolver los problemas.
En las organizaciones bien gestionadas se usan herramientas como el Modelo EFQM, un marco integral para crear resiliencia, que es especialmente útil para gestionar la incertidumbre, porque promueve un enfoque basado en la anticipación y la agilidad organizacional.
Entre las acciones que promueve encontramos el liderazgo inspirador y adaptable. Los primeros espada de una organización deben ser ejemplo en la toma de decisiones rápidas y responsables durante la crisis, promoviendo una cultura de aprendizaje continuo.
También está en su mano la gestión de riesgos integrada. Es decir, desarrollar planes de contingencia que evalúen riesgos asociados a fenómenos, como los climáticos, utilizando simulaciones y escenarios para prever respuestas eficaces. Por otra parte, deben involucrar a clientes, empleados y proveedores en la planificación y respuesta ante emergencias, asegurando una comunicación fluida y alineación con sus necesidades.
Además, toda organización debe adaptarse mediante un análisis predictivo realizado con herramientas digitales y tecnológicas. Por ejemplo, con Big Data y Machine Learning, capaces de integrar datos de procesos y resultados (o meteorológicos) y patrones históricos para anticipar eventos extremos y sus impactos potenciales en la operación. Y con monitorización en tiempo real que incluyan sistemas de alerta temprana para la toma de decisiones de forma proactiva. Todo esto puede ayudar a prever y mitigar los efectos de eventos climatológicos inciertos.
Los líderes también deben trabajar con estructuras flexibles que ayuden a gestionar el impacto en tiempo real. Es importante fomentar cadenas de valor resilientes, es decir, evaluar y ajustar cadenas de suministro para asegurar continuidad operativa, incluso durante la crisis, como se consiguió hacer en numerosas industrias durante la pandemia de la COVID-19. Y adaptabilidad en los procesos, que puedan modificarse rápidamente para responder a cambios abruptos en el entorno.
Una organización debe fomentar además una cultura organizativa resiliente que valore la mejora continua e incluya, por un lado, lecciones aprendidas. Es decir, después de cada evento crítico, realizar una revisión estructurada para identificar qué funcionó y qué no. Y, por otro, entrenamientos y simulacros: asegurar que todos los empleados sepan cómo actuar en situaciones de emergencia, incluyendo protocolos de seguridad y gestión de crisis.
Y no olvidemos que la gestión empresarial actual, al igual que la gestión de fenómenos naturales, requiere de un enfoque cooperativo en el que deben participar diferentes agentes del ecosistema a través de acciones como las alianzas estratégicas con autoridades locales, ONGs y otras empresas para coordinar una respuesta eficaz. Al mismo tiempo, se debe invertir en infraestructura resiliente y prácticas sostenibles que miren hacia el largo plazo y que mitiguen los impactos climáticos.
En resumen, debemos tener en cuenta cinco puntos esenciales: anticipación y monitorización; flexibilidad y resiliencia; gestión del Modelo EFQM; colaboración estratégica; y sostenibilidad a largo plazo.
Con el sentido común, buenos lideres y esas herramientas descritas, entre otras, se han conseguido resultados sostenibles, venciendo numerosas y enormes adversidades, en muchas organizaciones muy complejas. ¿Por qué no habrían de funcionar fuera del entorno empresarial? Estoy seguro de que, incluso con políticos por medio, puede funcionar, pero estos deben tener, al menos, una dosis adecuada de sentido común y buen liderazgo, y si también añaden el manejo de las herramientas basadas en datos, tecnología y anticipación seguro que lo hacen mejor la próxima vez. Aprendizaje y mejora continua, como las empresas excelentes.
