Psicólogo motivacional, experto en empresa y deporte. Profesor IE Business. Coach ejecutivo y autor de los libros “El viaje del líder”, “La experiencia de resetearse” y “Poderoso como un niño”.
www.jmiguelsanchez.com
Casi a diario escuchamos que nos encontramos en un momento de falta de liderazgo, que los gobernantes no están a la altura y que la polarización se lo lleva todo. Si esto es verdad, qué deberíamos esperar de un buen líder.
Para comenzar, un líder es una persona que genera el entorno y sienta las condiciones para que otros consigan objetivos que les benefician y de los que se sienten mutuamente orgullosos.
Liderar es una actitud, casi una forma de ser. Es tener claro que para que otros te sigan debes remangarte también. Que los demás vean que la persona que les lidera lo hace porque es el primero que cree en el proyecto y que está comprometido con él.
Cuando un líder se gana la autoridad de su equipo, consigue que éste crea en él, le siga y confíe en que aprenderán cosas a través de su liderazgo, incluso si no se alcanzan los resultados esperados. El equipo está con él y le acompaña en el camino que transitan juntos.
Cuando el líder lidera ejerciendo y haciendo gala de su poder, desde el título que tiene su puesto, no se gana la autoridad ni el respeto de su equipo. A través de ejercer su poder, los demás hacen lo que él les pide, por lo que este liderazgo no consigue jamás personas comprometidas y, por tanto, con alto rendimiento.
Si buscas el compromiso de tu equipo y, por ende, que aporten el mayor rendimiento posible, debes liderarles haciéndoles sentir parte de un proyecto en el que todos creéis. Para conseguirlo, debes moverte bien en diferentes registros y poner de manifiesto una serie de características personales.
La primera, debe ser la congruencia. Un líder hace lo que dice que va a hacer, nunca promete cosas que no pueda cumplir ni sobrevende algo para conseguir que los demás lleven a cabo acciones que le beneficien sólo a él.
En segundo lugar, un líder lidera con el ejemplo, es decir, no escurre el bulto cuando las cosas se ponen feas, sino que es el primero que afronta las situaciones por difíciles que éstas sean y empieza a trabajar en su solución, haciendo que los demás le acompañen.
En tercer lugar, un líder tiene claro hacia dónde van y lo que es mejor, es capaz de transmitirlo a los demás. Sabe cuál es su objetivo y desde allí traza el camino para llegar a conseguirlo. No se deja guiar por el miedo sino por la posibilidad de conseguir metas, si cabe más retadoras.
Lo anterior implica la habilidad de visualizar lo que se quiere conseguir y además hacer que otros también lo visualicen.
Visualizar es la capacidad que todos tenemos de vernos en el futuro habiendo realizado las acciones que nos habíamos propuesto. Nuestro cerebro puede ponernos en lugares donde no hemos estado hasta ese momento y hacernos sentir como si estuviéramos allí, siendo capaces de sentir, ver y escuchar cosas muy parecidas a las que sentiremos, veremos y oiremos una vez que lo hayamos conseguido.
En cuarto lugar, un líder escucha desde el respeto, desde la comprensión de lo que su interlocutor está diciendo, cómo lo está diciendo y, sobre todo, por qué y para qué lo está diciendo.
Cuando el líder no escucha depende sólo de su capacidad, para tomar decisiones y resolver los retos a los que se enfrenta. De esta forma, se pierde la oportunidad de descubrir otras posibilidades que no está contemplando y que el resto de las personas sí podrían estar viendo.
Cuando el líder escucha y fomenta un liderazgo participativo, consigue que los demás aporten diferentes puntos de vista que permitan observar la realidad desde otra perspectiva que, en muchas ocasiones, él no se habrá planteado.
A través de la escucha de diferentes puntos de vista o alternativas a un reto, el líder será capaz de tomar la mejor decisión posible. Además, si la solución proviene de su equipo, éstos estarán todavía más involucrados en la puesta en marcha de la misma.
En quinto lugar, el líder siempre da feedback a su equipo sobre el rendimiento que éste está llevando a cabo, diciéndoles lo que están haciendo bien y lo que se puede mejorar. A través de este feedback, el líder celebra con su equipo cuando se han conseguido los resultados esperados y analiza dónde se han cometido errores para aprender de éstos y no volver a repetirlos.
En definitiva, necesitamos mejores líderes en este momento para los diferentes ámbitos en los que nos movemos. La buena noticia es que todos podemos liderarnos a nosotros mismos y, por supuesto, a los demás. Lo importante es que creamos que tenemos esa capacidad y que queremos llevarla a cabo, el resto es un proceso de aprendizaje continuo.