Compliance, el seguro jurídico que tu empresa necesita


Antonia Chinchilla, abogada

Si el compliance fuera una persona, sería ese compañero de oficina que siempre lleva la carpeta en orden, tiene un Excel para todo y nunca se le olvida poner copia al jefe. Un poco pesado, sí, pero el día que cae una inspección, lo quieres abrazar.

Y es que el compliance, o cumplimiento normativo, ha pasado de ser el primo aburrido del departamento legal a convertirse en el auténtico guardaespaldas legal de las empresas modernas. Y no hablamos solo de las grandes multinacionales: desde un startup de software hasta una pyme familiar de logística, todas deberían tener claro que hoy, tener compliance no es opcional; es tan vital como tener conexión a internet o café en la oficina.

El compliance definido con palabras sencillas (las que usamos cuando queremos que lo entiendan todos en la reunión del lunes), es el conjunto de políticas, procedimientos y controles que ayudan a que una empresa cumpla con la ley, con sus propios códigos éticos, y evite meterse en líos. En inglés suena más cool, claro, pero el objetivo es universal: prevenir sanciones, multas y desastres reputacionales.

Imagina el compliance como un GPS legal que no solo te dice por dónde ir, sino que también te grita “¡gira a la derecha!”  o “¡gira a la izquierda!” cada vez que te estás yendo directo hacia una infracción administrativa. Aunque vista la actualidad , no se si mejor el giro  a la derecha, no nos encontremos con Koldo o Avalos y sus chicas y vayamos a tropezar.

Mas de uno  se preguntara que para que sirve todo esto si solo vende cosmética, muebles o productos financieros Ya no importa el tamaño o el sector: cualquier empresa puede verse envuelta en un problema legal sin darse cuenta. Contratas sin revisar antecedentes, aceptas pagos sin verificar el origen, compartes datos sin consentimiento… y cuando menos lo esperas, tienes un abogado hablándote en siglas y un juez que no entiende por qué todo está “en manos del gestor”.

El compliance te da estructura, prevención y, sobre todo, tranquilidad. Y eso, en el mundo empresarial, vale más que una auditoría sin salvedades.

No es un gasto, es un paraguas antibombas. Sí, al principio cuesta: hay que hacer un mapa de riesgos, redactar políticas internas, formar a los empleados, montar un canal de denuncias (el famoso “buzón ético”, donde se escriben cosas como “creo que Paco le puso la mano encima a Melisa o Manolo, se  puso en su bolsillo el dinero recaudado”), y nombrar a un Compliance Officer (una especie de híbrido entre abogado, diplomático y madre que todo lo ve).

Pero piensa esto: ¿cuánto le cuesta a tu empresa una sanción por protección de datos? ¿O que Hacienda os meta en la lista negra por una mala práctica de un proveedor? Con un buen sistema de compliance, los problemas se detectan antes de que se conviertan en portadas de periódico.

La cultura del cumplimiento: no basta con ponerlo en la pizarra de la empresa situada en la pared.Lo más importante no es el manual (aunque sea gordo y con portada corporativa). Lo que realmente funciona es que la cultura del cumplimiento esté viva en tu empresa. Que tus empleados sepan lo que pueden y no pueden hacer. Que entiendan que el atajo fácil, si no es legal, no es rentable. Que se fomente la ética como parte del negocio.

Y, sobre todo, que el mensaje venga desde arriba. Si el director general sigue llamando “papel mojado” al código ético,como los chinos a los Derechos humanos, de poco sirve todo lo demás. El compliance no se impone, se lidera.La única realidad es que mejor tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo.

El compliance es como un seguro medico de la empresa, es el seguro jurídico integral, el chaleco antibalas legal que te permite dormir tranquilo (o al menos no en el calabozo).Puede que no se vea. Puede que no dé beneficios directos. Pero cuando llegue la inspección, el problema o la denuncia anónima, te alegrarás de haberlo tomado en serio. Así esa pesadilla llamada compliance. Al final, es el único que realmente está pensando en tu empresa… cuando las cosas se ponen feas merece tu confianza.

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