El consumo de blancos crece exponencialmente en detrimento de los tintos. Es una tendencia mundial y en España no es diferente. La denominación de origen más poderosa de nuestro país, con diferencia, que es Rioja, especialista en tintos, lo está notando claramente y ha decidido tomar medidas para poner en valor sus vinos blancos.

Analizan, y con razón, que, siendo la segunda denominación de origen española en producción de blancos, detrás de Rueda, pero delante de los gallegos con Rías Baixas a la cabeza, eso no se ve reflejado en las cartas de los restaurantes; y mucho menos en los bares de tapeo. Tu entras en un bar normal, o incluso ilustrado, y pides un blanco, y el camarero te suele preguntar si quieres un verdejo, un albariño y últimamente un godello; pero casi nunca un rioja blanco. Eso sí, para compensar, si lo que pides es un tinto, lo primero que te ofrecen es un Rioja, y luego un Ribera del Duero.

Sin embargo, hay vinos blancos riojanos muy prestigiosos y famosos como los Valserrano, Viña Tondonia, Monopole, Viña Albina, incluso semi dulces como Diamante…, todos elaborados con la variedad blanca local “viura”, que en otras zonas llaman “macabeo”. El arte de los riojanos en la utilización de la madera con envejecimientos largos en barricas les ha dado siempre excelentes resultados.

Pero esto no es suficiente. Ya en 2007, con Rueda avanzando a todo trapo y la naciente denominación de Rías Baixas creciendo y configurándose, el Consejo Regulador de la Denominación de origen “calificada” Rioja, tomó una decisión que resultó casi un escándalo: que fue autorizar la utilización de otras variedades como la verdejo, la sauvignon blanc y la chardonnay para hacer vinos blancos, que hasta entonces estaban prohibidas, y sólo se usaban la viura y la malvasía.

Han pasado 17 años y los vinos blancos de Rioja han dado un salto brutal en cuanto a calidad, pero curiosamente no por el aporte de estas variedades, que realmente están interviniendo poco; sino con la aparición de otras tres variedades que le han dado la vuelta al planteamiento inicial y que son la tempranillo blanca, la maturana blanca y la garnacha blanca.

La primera es una mutación. Un viticultor llamado Jesus Galilea, encontró en su viñedo de Murillo de Río Leza en Rioja unos racimos de unas uvas blancas que le habían aparecido. Era el año 1988, y el viticultor llamó a los servicios de la CIDA (Centro de Investigación y Desarrollo Agrario) de la Comunidad Autónoma de la Rioja, que los estudió, injertó los brotes y descubrieron que era la tempranillo, pero en blanco. El descubrimiento llenó de entusiasmo a bodegueros y viticultores, porque comercialmente tener una uva blanca que se llama tempranillo, como la tinta reina de Rioja y de otras muchas zonas, podía dar un impulso importante. Empezó a plantarse con determinación, al comprobarse que era una variedad estable, pero al principio no daba buenos resultados. Han tenido que pasar los años para que esté muchísimo más asentada.

Las otras dos variedades, la maturana y la garnacha blancas, estaban ahí. No había más que utilizarlas. La primera es una variedad más complicada de racimos pequeños y poca producción, que casi se había dejado de utilizar, pero que ahora se está rehabilitando. La garnacha blanca, variedad del Ebro, que triunfa en la tarraconense denominación de origen Terra Alta, da en Rioja excelentes resultados también.

De las 6.000 hectáreas de blancos que hay en Rioja 4.000 son de viura y el resto de las demás. Con todas ellas se están haciendo “coupages” o mezclas, y con algunas de las nuevas monovarietales, y el resultado es que a estas alturas la paleta de vinos blancos de Rioja con personalidad y nivel es extraordinario.

Hace dos semanas los blancos de Rioja se presentaron al público y a la prensa especializada en las ciudades de Madrid y Valencia, y el resultado fue un auténtico éxito, sobre todo sorprendiendo por la variedad y la calidad. Fueron 58 vinos distintos, uno por cada bodega, en donde aparecían estos “coupages” y también los tradicionales envejecimientos en barrica. Todo un festín y un toque de atención. ¡Que vienen y con fuerza, los blancos riojanos!

Enate, Chardonnay 234
La familia Nozaleda se presentó en la denominación de origen Somontano en 1991, fundando la poderosa bodega Enate, en el pueblecito de Salas Bajas, cerca de Barbastro, en Huesca. Desde entonces han sido un referente de buenos vinos a nivel de todo el país. Un ejemplo es este Chardonnay 234, cuya añada de 2023 acaba de salir al mercado. La firma tiene algún otro chardonnay de mayor enjundia y larga crianza, como el Enate Uno; pero este vino joven es todo un ejemplo de fragancia, directo, con una nariz donde aparece la manzana recién cortada, melón, toques minerales; y una boca sabrosa, alegre, redonda, con una buena acidez que la hace muy fresca. Su precio es de 9,50 euros.

Santiago Ruiz 2023
Otra excelente novedad recién salida al mercado. Santiago Ruiz era un gran aficionado al vino; pero tuvo que esperar a jubilarse con 70 años para lanzarse a elaborarlo. Fundador de la denominación de origen Rías Baixas, desde su pequeña bodega en el pueblecito de San Miguel de Tabagón, en O Rosal, enseñó a toda una generación de bodegueros con sus tres famosos consejos: “limpieza, limpieza y limpieza”. En su zona de Rías Baixas, además de la albariño, hay otras variedades como la godello, loureiro, treixadura, que utiliza para elaborar. Don Santiago murió hace 24 años, pero su legado se ha mantenido a través de su vino que presenta una nariz donde domina la fruta blanca, sobre todo la pera, también manzana, cítricos, florales y una boca con enjundia, seria, muy fina y fresca. Aunque la bodega se vendió a la riojana Lan, la hija del fundador, Rosa Ruiz, sigue al frente de la casa. P.V.P. 15 euros.

Arzuaga Crianza 2021
Arzuaga Navarro es uno de los valores seguros de la Ribera del Duero. Fue una de las primeras bodegas en operar en la zona en la llamada Milla de Oro, en la parte más al oeste, junto a Vega Sicilia, y su trayectoria ha sido impecable. Cuenta con más de 300 hectáreas de viñedo propio y un complejo enoturístico con hotel-spa de lujo, dos restaurantes, uno de ellos con estrella Michelín. Pero lo fuerte está en su gama de vinos. Yendo al más sencillo, es decir, al crianza, es toda una delicia por lo que se puede imaginar uno cómo son los altas gamas. Con 16 meses en barrica nueva de roble francés, es un vino opulento, donde aparece una nariz muy intensa cargada de fruta, trufa, algún toque avainillado. La boca muy bien, carnosa, con estructura, casta, pero a la vez elegante y sedosa. Su precio es de 24 euros.