Antonio Blanco
Sagardoy nació como un proyecto innovador de la mano de Juan Antonio Sagardoy. En 1978, Juan Antonio recibió el encargo de redactar una nueva ley que regularía el contrato de trabajo y las relaciones laborales. La tarea culminó en el Estatuto de los Trabajadores, publicado en 1980. Una vez aprobado, surgieron infinidad de dudas sobre su interpretación y aplicación, dado que se trataba de una norma que rompía con el pasado legal predemocrático, y creaba un escenario de relaciones laborales entre empresas y trabajadores. Sin abandonar la Cátedra de la que era titular, Juan Antonio Sagardoy empezó un pequeño despacho con el objetivo de especializarse en la rama laboral, y de ahí surgió Sagardoy Abogados, a los que se fueron incorporando, poco a poco, sus principales colaboradores: Antonio Gómez de Enterría, Martín Godino Reyes, José Manuel Martín Martín, Bernabé Echevarría, José María Guerrero, entre otros. Los primeros retos del despacho consistieron en ofrecer un asesoramiento jurídico de alta calidad en una rama del derecho prácticamente nueva y en pleno proceso de desarrollo. Esta área, al igual que la jurisdicción laboral, se encontraba en una etapa inicial, por lo que la orientación brindada a los clientes también contribuía a sentar las bases de futuras reformas laborales destinadas a mejorar el mercado de trabajo. Asimismo, era necesario establecer los pilares de un despacho profesional que pudiera posicionarse al nivel de las nuevas firmas especializadas en derecho de los negocios que comenzaban a consolidarse en España.
En estos 45 años de trayectoria, ¿cuáles considera que han sido los hitos más determinantes en la evolución del despacho hasta convertirse en la firma líder en derecho laboral en España?
Creo que han existido numerosos hitos que han contribuido a consolidar el liderazgo de Sagardoy, ninguno podría destacarse individualmente, pero la suma de todos es lo que hace de Sagardoy la firma que es a día de hoy. No hay que olvidar que la evolución de cualquier empresa u organización se debe a una multitud de factores. Dejando a un lado fechas concretas, a las que luego aludiré, creo que hay cuatro hitos que podrían definir el despacho: en primer lugar las personas que lo integran, un conjunto de profesionales de primer nivel que cada día han venido y vienen a trabajar con el deseo de hacer su trabajo con excelencia; en segundo término, una visión compartida del proyecto Sagardoy, tener una firma de abogados con la máxima y mejor especialización en derecho laboral; igualmente, un deseo de formarse continuamente para ser mejores profesionales; y, por último, una vocación de servicio a nuestros clientes para ayudarles a resolver, juntos, los problemas que les surgen en el ámbito de las relaciones laborales. Esas son, a mi modo de ver, las principales claves del despacho. No obstante, como hitos concretos, me gustaría destacar varios. En el 2000 hubo una transformación profunda del despacho mediante la creación de una sociedad profesional. Con anterioridad a esa fecha, se trataba de un despacho unipersonal tradicional español, pero se apostó por una profesionalización y modernización del despacho, con la conversión a una sociedad profesional dónde existían verdaderos socios profesionales que participaban igualmente en la propia gestión del despacho. Ello supuso un empuje definitivo del crecimiento de Sagardoy. Igualmente, en ese año, se produjo la fundación de la alianza internacional Iuslaboris, que creamos con otros despachos de primer nivel en diferentes países, especializados en derecho laboral, para dar un servicio internacional jurídico en el campo de relaciones laborales. Ahora somos más de 56 países los que cubrimos con nuestra alianza. La internacionalización del despacho, gracias a Iuslaboris, supuso un nuevo escenario de prestación de servicios no solamente en el ámbito local, lo cual fue importante para nuestros clientes. Y, finalmente, un cambio de liderazgo en el despacho iniciado por mí mismo, junto con Martín Godino (actual consejero delegado de la firma), que impulsó el crecimiento, la innovación y el desarrollo del despacho hasta la firma que es ahora Sagardoy.
A través de la alianza con Ius Laboris, han logrado presencia en 56 países. ¿Qué complejidades específicas implica coordinar servicios legales laborales en jurisdicciones tan diversas?
Es cierto que el derecho laboral tiene un carácter muy local y que resulta complejo trasladar el asesoramiento jurídico desde España a otros países donde opera un cliente. Sin embargo, también lo es que muchas multinacionales, tanto españolas como extranjeras, requieren abogados de confianza que las asesoren en asuntos internacionales. Además, la implementación de políticas globales de gestión del talento debe adaptarse y aplicarse conforme a la legislación y jurisdicción de cada país. Eso es lo interesante de Iuslaboris, una alianza de despachos independientes, especialistas en el ámbito laboral que pueden asesorar en cualquier parte de mundo sobre necesidades que tengan los clientes de carácter internacional y local. Tantos años trabajando juntos, nos ha hecho tener una relación personal y profesional que ponemos a disposición de las empresas multinacionales. Adicionalmente, Iuslaboris tiene un componente muy acentuado de formación interna (para los abogados de las firmas de alianza en distintas áreas) como externa (para los propios clientes) que es realmente digna de destacar. Tenemos equipos de trabajo (algunos de ellos liderados por abogados de Sagardoy) en áreas como inmigración, Inteligencia Artificial, negociación colectiva, derechos fundamentales, etc…
¿De qué manera han impactado los reconocimientos internacionales como “Top Tier Firm” de Chambers & Partners o The Legal 500 en el posicionamiento competitivo del despacho y en la captación de clientes multinacionales?
Los rankings elaborados por estas reconocidas publicaciones representan un estímulo para continuar reforzando nuestro compromiso diario con la pasión, la excelencia y la dedicación en nuestro trabajo. Nos permiten conocer nuestra posición en el mercado, pero también nos recuerdan la necesidad de mantener un esfuerzo constante para conservar el liderazgo y el reconocimiento alcanzado. Agradecemos estos reconocimientos, aunque no nos permiten relajarnos: debemos seguir innovando, trabajando y evolucionando. Por otro lado, los clientes suelen recurrir a estas guías como referencia al seleccionar un despacho, especialmente cuando tienen dudas o no conocen en profundidad el mercado jurídico español.
Como presidente de un despacho con más de 150 profesionales ¿qué equilibrio establece entre la gestión empresarial y la práctica jurídica directa con clientes?
Hace tiempo que deje de ir a los tribunales, por dos razones fundamentales: para dedicar más atención a la gestión del despacho y centrarme en la estrategia, funcionamiento y futuro del mismo, junto con nuestro consejero delegado, Martín Godino; y porque consideraba que existían letrados en el despacho que, por su pericia, y por su gran presencia en los juzgados a diario, tenían mejores capacidades para atender a un cliente en un litigio. Ello no es óbice para que siga estando encima de temas de asesoramiento profesional concreto, sobre todo en clientes internacionales, así como en la supervisión de algunos asuntos junto a alguno de mis compañeros. Pero mi aportación a la gestión del despacho, así como a la búsqueda y retención de clientes creo que es mi misión y propósito en estos momentos.
Ustedes defienden que "las personas son nuestro motor". ¿Cómo se traduce esta filosofía en las políticas internas de gestión de talento del despacho, especialmente considerando que el 50% de su plantilla es femenina?
No distinguimos, por cuota, a ningún profesional del despacho. Cuando decimos que las “personas son nuestro motor”, es que apostamos por una cultura profundamente humanista dentro de la organización, una cultura centrada en las personas, poco jerarquizada, porque valoramos a cada profesional más allá de la función que desempeñe en Sagardoy. Si me dijera cual es la característica que más me gusta del despacho le diría que el orgullo de sentido de pertenencia a Sagardoy. Esto no se escribe en políticas o manuales, debe estar en el ADN de la organización y las personas.
¿Cuáles son, en su opinión, las deficiencias más críticas del marco normativo actual en la regulación laboral española que obstaculizan la competitividad de las empresas?
En términos generales, podría decirse que se ha optado por una regulación muy amplia del mercado laboral, reduciendo el margen de actuación de la negociación colectiva. La ley ha pasado a tener un papel predominante frente al convenio colectivo en la determinación de las condiciones de trabajo, cuando en realidad el diálogo social debería ser el mecanismo principal para lograr que una empresa o sector alcance una verdadera competitividad. Evidentemente tiene que existir un marco regulatorio mínimo de aplicación generalizada, pero cada empresa desarrolla su actividad de una manera diferente, tiene unas necesidades de gestión distintas, y piensa crecer con los medios que tiene a su alcance. La ley debería permitir todo ello con facilidad, y si se precisa de una adaptación concreta, nuestro ordenamiento dirige a los convenios colectivos. Una excesiva regulación puede entorpecer el camino de la competitividad, ya sea en el ámbito laboral o en cualquier otra área.
¿Qué tendencias observa en la evolución del mercado de trabajo español, particularmente en aspectos como la contratación temporal, la flexibilidad laboral y las nuevas modalidades de empleo?
La evolución es dispar. De un lado, se han mejorado notablemente los índices de contratación temporal, con las últimas reformas, consiguiendo mayor fijeza en el empleo, sobre todo, con el uso intenso de los contratos fijos discontinuos. Igualmente se han incrementado notablemente el número de cotizantes a la Seguridad Social, teniendo un mercado de trabajo robusto. Y, por último, el crecimiento económico también está ayudando al crecimiento del empleo. Por otro lado, la regulación excesiva en algunas áreas -como mencionaba anteriormente- ha introducido rigideces en las relaciones laborales que limitan el crecimiento empresarial y dificultan un desarrollo más ágil. Además, persiste cierta desconfianza hacia las nuevas modalidades de empleo y las formas emergentes de trabajo, lo que frena su consolidación. Si bien la protección social es fundamental y deseable, resulta necesario mantener un equilibrio que también favorezca la mejora y el crecimiento de nuestras empresas.
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