Carmen Peñalver
Lola Fernández Ochoa nació en Cercedilla y creció entre la Sierra de Guadarrama y el Valle de Arán, donde compaginó sus estudios con la preparación a su carrera deportiva. Pertenece a una de las familias más destacadas del deporte español, llegando a ser deportista olímpica -retirada por lesión- junto a cinco de sus hermanos. Dos de ellos lograron las primeras medallas olímpicas para España en deportes de invierno: Paquito -Oro en Sapporo 1972- y Blanca-Bronce en Albertville 1992-. Tras la desaparición de su hermana Blanca por problemas de salud mental comenzó a dar charlas enfocadas a ese tema y el deporte. En 2022 nació la Fundación Blanca de Apoyo al Deportista como homenaje a su hermana y cuyo objetivo es visibilizar y concienciar a los deportistas de alto rendimiento, a su entorno y al resto de la sociedad, del nivel de sacrificio extraordinario que implica la carrera deportiva profesional, dotándoles con herramientas complementarias para orientarles y prepararlos en su transición fuera de la vida deportiva una vez se vean obligados a abandonarla.
Usted fue una deportista de élite, olímpica, emprendedora y madre. ¿Cómo ha influido su trayectoria vital en la creación y orientación de la Fundación Blanca de Apoyo al Deportista?
Mi trayectoria me ha dado una perspectiva completa de lo que implica ser deportista de alto nivel: la exigencia, los sacrificios, la soledad a veces… Pero también la fuerza que se desarrolla, la resiliencia y los valores que el deporte imprime. Como madre y emprendedora, también he vivido lo difícil que es conciliar, reinventarse, mantenerse en pie. Todo eso ha influido profundamente en la orientación de la Fundación. No queremos ofrecer discursos vacíos, sino acompañamiento real y herramientas útiles, con conocimiento de causa y con humanidad.
La Fundación nace tras el trágico fallecimiento de su hermana Blanca, un referente del deporte español. ¿Qué papel ha jugado su memoria en la construcción del relato y de las líneas de actuación de la Fundación?
Blanca está en todo. Su historia, su lucha silenciosa, su forma de amar la vida y el deporte… Todo eso nos inspira y nos guía. Su ausencia nos hizo tomar conciencia de lo urgente que es hablar de salud mental sin tabúes, de cuidar a quienes siempre cuidan de los demás, de no dejar solos a los que un día fueron héroes nacionales. La Fundación es también una promesa: que lo vivido no caiga en el olvido y que ninguna otra familia tenga que pasar por lo mismo en silencio. Siempre digo que Blanca no fue la primera que lo hizo y si no ponemos remedio y concienciamos a las personas, volverá a ocurrir. Por nuestra parte que no pare el empeño de concienciar y ayudar.
“El viaje. La medalla de la salud mental” ha tenido un fuerte impacto social y mediático. ¿Qué ha significado para usted impulsar este documental y qué aprendizajes extrae de los testimonios que recoge?
Este documental ha sido una catarsis colectiva. Detrás de cada medalla hay una historia que pocas veces se cuenta. Impulsarlo ha sido, para mí, una forma de abrir una conversación necesaria, de dar voz a quienes han sufrido en silencio y de visibilizar que la salud mental también es parte del alto rendimiento. Aprendí que la vulnerabilidad no está reñida con la excelencia, y que hablar, compartir y pedir ayuda es un acto de valentía.
¿Qué respuesta han encontrado por parte de la sociedad, las instituciones y el mundo deportivo tras la gira nacional del documental?
La respuesta ha sido emocionante. Desde jóvenes deportistas hasta veteranos, desde entrenadores hasta familias, nos han dicho: “Esto hacía falta”. Las instituciones han empezado a prestar más atención, y el mundo del deporte empieza a romper el silencio. Pero queda mucho por hacer. La salud mental necesita recursos, continuidad y voluntad política.
La Fundación ha creado recientemente una cátedra de investigación. ¿Qué objetivos se persiguen con esta iniciativa y qué líneas de estudio están desarrollando actualmente?
Queremos generar conocimiento riguroso, dar base científica a lo que vemos y sentimos en el terreno. La cátedra, en colaboración con la Universidad de Zaragoza y Gobierno de Aragón, nos permite investigar temas como la salud mental en etapas de transición (como la retirada deportiva), el impacto del estrés competitivo en edades tempranas o la relación entre rendimiento y bienestar psicológico. El objetivo es claro: mejorar la vida de los deportistas con datos, no sólo con buenas intenciones.
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