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Le ha tocado la difícil tarea de sustituir al carismático padre abad Clemente Serna, quien como el Papa Benedicto XVI, renunció a su tarea de pastor de los monjes que habitan en el Monasterio de Silos, por la falta de energía física para continuar dirigiendo la comunidad benedictina. El padre Lorenzo Maté, abad del emblemático Monasterio de Santo Domingo de Silos, un punto de especial referencia en el cristianismo y la espiritualidad de nuestro país, asumió va a hacer ahora un año la responsabilidad de la Abadía. Estamos ante un hombre sereno, preparado, estudioso, con un importante bagaje teológico e intelectual. Piensa que la lucha de clases está superada. Apela al diálogo para que no tenga que ceder siempre la parte más débil, los obreros. Y echa en falta acuerdos de partidos políticos con sentido de Estado.
Padre abad, usted lleva unos pocos meses al frente de la abadía benedictina de Santo Domingo de Silos ¿Qué nos puede decir de la experiencia vivida en este tiempo? ¿Cómo se enfrenta a esta responsabilidad?
Los meses van pasando y a principios de marzo hace un año de la elección como abad de Silos. Estos meses que han transcurrido han supuesto para mí una experiencia nueva; novedad que se nota en la mayor responsabilidad asumida y en una mayor dedicación tanto a los miembros de la comunidad, como a las personas que se acercan al monasterio. Una responsabilidad que se asume con confianza en los hermanos de la comunidad, pues primero fueron ellos los que depositaron su confianza en mí para dirigir esta comunidad.
¿Ustedes los monjes sufren la crisis al igual que el común de los mortales o sólo saben que existe?
Nosotros tenemos todos los bienes en común; y el trabajo de cada persona, sus ganancias, se comparte entre todos; para cada uno de nosotros lo importante no es acumular, sino compartir. Además una comunidad que lleva viviendo más de cien años en un mismo lugar ha tenido tiempo para resolver los temas básicos de la vida humana como el de la vivienda, el de la alimentación y de la sanidad. Pero también padecemos la crisis porque todos tenemos familiares o personas conocidas sufriendo; y no somos ajenos a este sufrimiento, pues precisamente a los monasterios, a las iglesias y a otros lugares semejantes es donde se acercan muchas de estas personas necesitadas pidiendo ayuda, pidiendo limosna.