Jose Mª Ramos Amatriain, Business Development Director en Raymond Weil

En el mundo actual en el que vivimos, dominado por las producciones en masa, la inmediatez y la obsolescencia programada, la relojería suiza emerge como un símbolo de resistencia y autenticidad. Lejos de ser tan solo una industria más, es toda una tradición que encarna la precisión, la elegancia y el respeto por el legado histórico.

En el marco de este universo, las empresas familiares como la nuestra juegan un papel fundamental. Son ellas las que resguardan el saber ancestral, que no sólo se limita a mantener la calidad, sino que revive elementos emblemáticos del pasado para darles un nuevo aliento en el presente.

El hecho de pertenecer al distinguido círculo de la relojería suiza de lujo no debe implicar simplemente la fabricación de complejos instrumentos para medir el tiempo; debe ser una tradición que sea capaz de transmitirse con dedicación entre generaciones y en la que se debe apostar por algo más profundo: la continuidad de la herencia que nos ha traído hasta aquí. El tiempo no lo medimos tan solo en segundos, minutos y horas, sino en décadas de dedicación, innovación y respeto por una estética que ha sobrevivido a las modas.

El auténtico valor de ser una empresa familiar en el mundo relojero radica en la capacidad de mantenerse fiel a una visión sin sucumbir a las urgencias del mercado. Las decisiones se toman pensando en el legado que se dejará a la siguiente generación. Ese enfoque es el que nos permite imprimir un carácter único en cada una de nuestras creaciones.

Pero debe existir una capacidad para dialogar con el pasado sin quedarse atrapado en él. Estamos en un momento brillante en el que es parte de nuestra identidad recuperar modelos históricos, reinterpretando sus cajas, esferas, tipografías y brazaletes; los que marcaron una época. Este ejercicio no es un simple acto de nostalgia; es una forma de rendir homenaje a la identidad propia, de recuperar lo que funcionó, lo que emocionó y lo que sigue siendo relevante en el presente. Un ejemplo de ello es el lanzamiento de nuestros últimos modelos de la familia toccata heritage, recientemente presentados en la prestigiosa feria relojera de Ginebra Watches & Wonders. Se trata de redescubrir, actualizar y presentar modelos recuperados del pasado bajo una nueva luz, como una forma de mantener viva la identidad histórica de la marca.

No es mera casualidad que los coleccionistas y los entusiastas de los relojes de calidad graviten hacia marcas como la nuestra. Lo que buscan no es sólo un reloj preciso, sino una pieza con alma, con narrativa, con raíces. Y eso es precisamente lo que podemos ofrecer: una conexión directa con los valores familiares que dieron nacimiento a la marca, y con el compromiso de preservarlos en cada nueva pieza que sale del taller.

Tenemos un componente humano que no se puede ignorar. En las empresas familiares, las personas no son números. Los maestros relojeros son conocidos por su nombre, los diseñadores son escuchados con dedicación y los artesanos respetados. Se crea un ecosistema donde la pasión y la experiencia son pilares tan importantes como la técnica. Y eso se refleja en el producto final, que lleva consigo el inconfundible sello de la impronta humana.

En los tiempos que vivimos de automatización y algoritmos, este enfoque humano adquiere un valor aún mayor. La relojería suiza nos recuerda que el tiempo no es sólo una unidad de medida, sino toda una experiencia vivida. Nos invita a detenernos, a observar, a apreciar lo que está hecho con dedicación.

En definitiva, ser una empresa familiar dedicada a un sector tan desafiante como el de la relojería de lujo no es una limitación, sino una ventaja estratégica y emocional. Es tener el valor de ir contracorriente; de invertir en la calidad antes que en la cantidad, apostando por nuestra propia memoria como fuente de inspiración. Es mirar hacia atrás para avanzar con paso firme, recuperando elementos icónicos del pasado para darles una nueva vida. Con ellos no sólo preservamos nuestra identidad, sino que ofrecemos al mundo piezas que no sólo dan la hora, sino que cuentan toda una historia.