José Miguel Sánchez
Psicólogo Organizacional y Deportivo. Asesor de Directivos, Conferenciante, Profesor de IE Business School y Coach Ejecutivo. Autor de los libros “El viaje del líder”, “La experiencia de resetearse” y “Poderoso como un niño”.
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Ahora que comienza un nuevo año, te animo a vivir en el cambio, lo que implica no sólo adaptarse a los cambios, sino aceptarlos como la única realidad y vivirlos como algo propio. Ya no se trata de cuánto sabemos, sino de cuánto somos capaces de aprender y en cuánto tiempo. Para ello ser flexibles, eliminar las creencias que nos atan al pasado y acostumbrarnos a convivir con los cambios, son clave para el éxito en este nuevo año.
Nuestras experiencias, el conocimiento adquirido a través de nuestra vida, el pueblo o ciudad en la que nacimos, la familia o el colegio al que asistimos, los valores que nos trasladaron nuestros padres, maestros y mentores y, en definitiva, todo lo que hemos vivido en nuestro entorno conforma nuestro modelo mental. Es decir, el modelo mental se convierte en el filtro con el que tamizamos la realidad que nos llega a través de los cinco sentidos. Cuanto más rígido sea ese filtro, más difícil nos será cambiar.
Nuestro cerebro registra todas aquellas experiencias y situaciones que hemos vivido a lo largo de nuestra vida y las va acumulando, por si en el futuro fueran necesarias. Cada vez que volvemos a enfrentarnos a una situación similar a otra ya vivida, es altamente probable que nuestra respuesta sea la misma o muy parecida. Si esto nos es beneficioso, hay que mantenerlo. Pero ¿qué pasa cuando la respuesta que damos nos genera un coste ya conocido, pero que realmente nos gustaría que dejara de existir? En este caso, nuestro modelo mental juega en nuestra contra, porque se convierte en instrucciones que llevamos a cabo casi de manera automática.
Todos tenemos precedentes que hemos vivido y que de una u otra forma condicionan nuestra vida. Sin embargo, dejar que dirijan nuestro presente y nuestro futuro es nuestra elección e incluso, nuestra responsabilidad. Si su influencia es positiva, tiene sentido mantenerlo, pero si la influencia es negativa, no tiene ninguno.
En la mayoría de las ocasiones tenemos la capacidad de elegir y de tomar la responsabilidad sobre todo aquello que nos va a ocurrir. Soy un convencido de que, por dura que sea la situación, siempre tenemos opciones para cambiarla, mejorarla, abandonarla o finalmente aceptarla si no está bajo nuestro control.
Sobre el futuro tenemos capacidad de actuar, sobre el pasado no tenemos ninguna, no podemos cambiarlo.
En momentos de generar propósitos, como éste, una técnica que funciona siempre es la visualización. Esta herramienta nos sirve para colocarnos en ese futuro que queremos conseguir. Visualizarnos haciendo esas cosas nuevas que queremos llevar a cabo en este año que comienza. Si somos capaces de visualizarlo, el cerebro filtrará la información necesaria y generará los recursos para encontrar los “cómo”, ignorar los “no se puede” y disfrutar del nuevo camino que comenzaremos a andar. Estos “cómo”, se convertirán en rituales que nos llevarán a conseguir los resultados que esperamos y que nos harán mejores en el futuro.
Al igual que los deportistas de élite, que preparan su cerebro para conseguir los objetivos que se han planteado, cuando nosotros nos ponemos metas para la vida es mucho más sencillo que nuestro cerebro detecte, como un radar perfecto, todas aquellas opciones que se nos presentan para conseguirlo.
Como sabes, el momento más duro para casi todo aquello nuevo que te propones es el comienzo. Por ello, tus pensamientos, tu lenguaje contigo mismo y con los demás deben estar alineados con las acciones necesarias que te hagan elegir las mejores opciones para convertirte en ese nuevo “yo” que quieres ser en este año que comienza.
Ese momentum que buscamos comienza con la toma de conciencia. Como se dice en inglés, ese insight, que de pronto tenemos y a partir del cual ya nada nos frena. Una vez hemos tenido ese “descubrimiento”, mantener vivo en el tiempo ese momentum, implica comenzar visualizando aquello que queremos conseguir para, posteriormente, dividirlo en metas pequeñas que, según las vayamos consiguiendo, sigan reforzando nuestra motivación hacia el cambio.
Es importante también tener planes de contingencia en caso de que algo no ocurra como estaba previsto. Estos planes te permitirán volver a la senda de los objetivos cuando, por causas fuera de tu control, hayas tenido que alejarte de ellos.
El momentum no es algo puntual, es algo que mantienes en el tiempo, desde un punto de vista físico, con las acciones que realizas y, desde un plano psicológico, a través del estado de ánimo poderoso que generas. Por tanto, el momentum se compone de pensamientos que te dan poder y que mantienen en el tiempo emociones que te capacitan, como la tranquilidad, la alegría, la armonía, la confianza, la curiosidad, la pasión, el placer y, por supuesto, la celebración. Tras esos pensamientos y emociones, el siguiente elemento que entra en juego es poner en marcha una acción masiva, congruente con esas emociones y pensamientos, en la que realices esfuerzos diversos para generar el mayor rendimiento posible. Si sólo lo intentas, difícilmente conseguirás tu objetivo, si vas a por ello de verdad, poniendo toda la carne en el asador, te acercarás significativamente a tus metas.
Resolver nuevos problemas con soluciones antiguas, tanto en el ámbito personal como en el profesional te alejará de conseguir los objetivos que te hayas propuesto.
Y, entonces, ¿cuándo vas a empezar a convertir tus propósitos en realidad para dejar de formar parte de esa estadística que dice que el 90% de las personas han abandonado sus propósitos de año nuevo antes de que finalice el mes de enero?